Awash  no significa agua, aunque para nosotros sea casi lo mismo si tenemos en cuenta la lluvia que cae sin parar desde esta mañana. Esto nos obliga a seguir por carretera hasta el parque ya que las pistas en esta región se han convertido en intransitables.

La media por hora no supera los 45 kilómetros de velocidad. La carrtera es un contínuo fluir de grandes camiones que van y vuelven desde el puerto de Djibouti, su única puerta de acceso de mercancía desde que Eritrea les invadiese con una guerra toda la franja costera que tenía Etiopía, dejando de ese modo completamente aislado y sin puerto al mar desde el que recibir mercancía.

En la entrada del parque nos vemos obligados a contratar un ranger que nos guiará por el interior. Tan bajito y pequeño, que bien podría ser descendiente de los pigmeos, Araka, que es como se llama nuestro hombre, poseer una visión casi sobrenatural. Puede ver animales dónde nosotros sólo vemos vegetación. A través de sus ojos de águila podemos observar tortugas gigantes, facocheros, gacelas Sommering, babuinos,…

Justo antes del anochecer llegamos a un humedal con una maravillosa piscina natural de aguas termales en la que nos damos un tonificante baño. Toda esta región es volcánica, como se puede observar en el suelo negruzco y rocoso sobre el que nos encontramos.

Cuando salimos de esta especie de piscina ya es de noche. La caminata de regreso al campamento es inolvidable. Los sonidos de la naturaleza, la visión nocturna de los animales, unido a una luna llena que parece envolver el momento de halo mágico, son un perfecto broche de nuestra jornada.

 

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