Dunas del Sahara

Hace una hora que hemos despegado del aeropuerto de Casablanca. La ventanilla del avión se convierte en escaparate de una de las maravillas naturales del nuestro planeta, el desierto del Sahara. Debemos de estar sobrevolando uno de los mares de dunas más grandes del mundo: el desierto del Sahara.

Las nubes algodonosas descubren un espectáculo grandioso. Formaciones de arena que se pierden en el horizonte, líneas curvas que se magnifican con las luces del atardecer, escenarios aparentemente vacios, más propio de una escena de Lawrence de Arabia que de nuestro tiempo. No es difícil que la imaginación nos transporte a esa época de caravanas en las que, durante más de dos meses, miles de nómadas y dromedarios surcaban estas arenas en busca de los pozos y de los verdes valles del norte. Caravanas que durante siglos transportaron mercancías que ayudaron a que poblaciones como Marrakech o Fez se convirtieran en ricas ciudades cosmopolitas.

Dunas y nubes en el Sahara

Poco a poco, la bruma y la falta de luz, van haciendo desaparecer el sueño en el que me veo inmerso para situarme en la realidad de nuestro viaje. Kenia y el lago Turkana nos esperan para que podamos explorar otra realidad, la de un territorio olvidado que conserva, puede que por poco tiempo, uno de los legados étnicos más importantes del territorio africano.

Son las 2:30 de la madrugada cuando nuestro avión aterriza en Nairobi. El piloto nos informa de la temperatura: 17 grados. Seguro que nada parecido a lo que nos encontraremos en el desierto del Turkana.

Increíble, en menos de 15 minutos hemos sacado el visado, pasado el control de la policía y llegado hacia la puerta del exterior del aeropuerto sin ver a ningún aduanero que nos pusiera la menor pega. Sin embargo, no todo podía ser tan fácil. No encontraba mi equipaje en la cinta de llegada de maletas. Un funcionario se encargó de hacer las pesquisas para saber en dónde se había quedado mi maleta. Al final, sí que estaba, pero no la reconocimos porque en Casablanca la policía o la aduana la había envuelto en plásticos.

Dunas y plantaciones en el Sahara

Nuestro supuesto conductor de taxi con cartel a mi nombre no estaba esperándonos. Nuestro cansancio pudo con nuestra paciencia, por lo que decidimos negociar otro taxi e ir a la búsqueda del alojamiento. Después de casi 40 minutos de travesía por las avenidas de Nairobi, llegamos a destino. Son ya más de las 4 de la madrugada y sólo pensamos en pillar la cama. Mañana tendremos nuestro segundo vuelo con destino a Lodwar, ya nos falta menos para alcanzar nuestro destino. Ahora sólo queda aprovechar las menos de cuatro horas que tenemos para descansar.

Dunas en el Sahara

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