Mujeres del bosque. Nepal

Chica sentada en color. Nepal

Ha llegado el momento de iniciar nuestra andadura hacia el oeste. Por delante, casi 600 kilómetros de curvas por una carretera no apta para viajeros con problemas cardiacos. Desde Kathmandu, a unos 1.400 metros de altitud, la ruta se precipita en un vertiginoso descenso hacia una llanura a 150 metros sobre el nivel del mar. A lo largo de la interminable serpiente de asfalto roto, miles de camiones, coches y motos, se enfrentan a una verdadera gincana. Cuando uno no conduce y se deja llevar, es cuando se ve la dosis de fe que uno lleva dentro. Las leyes de la física, de los volúmenes y de lo que aparentemente va a suceder, porque ves que es inevitable, en décimas de segundo pierden todo su sentido cuando descubres que tres vehículos caben y pasan sin tocarse por donde, a parte de en la India, sólo caben dos.

Mirando en cortina. Nepal

Después de Butwal, el tráfico de camiones disminuye. La mayoría se dirigen 25 kilómetros hacia el sur para alcanzar la frontera con la India. Según nos comenta el conductor, casi el 60% de los productos que se consumen en Nepal proceden de dicho país y otro 25% de China.

Niña en fuente. Nepal

El tráfico desciende y el ambiente que se respira se va enriqueciendo con el paso de los kilómetros. Los pueblos están ahora más integrados en el entorno. A nuestro paso: pequeños poblados de barro y madera; colores que inundan el paisaje; diversidad étnica; parques nacionales en los que se pueden ver elefantes, tigres, rinocerontes o cocodrilos; selvas tropicales de montaña que durante siglos han sido frontera natural con la India y, la sensación de que nos acercamos al Nepal más desconocido y menos frecuentado.

Niña y yo en espejo. Nepal

Durante casi dos días no hemos tenido tiempo para detenernos. Las medias kilométricas no tienen nada que ver con las que conocemos en nuestra red viaria.  El mediador con los nómadas Raute nos espera en Surkhen y tenemos que llegar a tiempo para organizar la logística de los próximo días. Como nómadas que son y, al no tener un lugar estable en el que asentar los campamentos, tendremos que caminar por la espesura y senderos de los bosques de montaña para poder encontrarlos. Ya es de noche cuando escribo estas líneas. Espero que las próximas jornadas me sirvan para recopilar toda información necesaria que me ayude a dar a conocer una tribu y un modo de vida tan desconocido para el resto del mundo.

Señora en fogata. Nepal

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