3 de julio 2022. Todo está empapado. Tenemos que poner a secar los colchones, sacos, almohadas, toallas… Dentro, el coche está lleno de tierra y agua. Algunas ventanas no estaban cerradas del todo para que el interior del vehículo se ventile por la noche, ya que la nevera está siempre encendida. La bolsa de basura que habíamos transportado desde hace días para depositarla en alguna ciudad, ha desaparecido. Sólo hemos podido recuperar muchas botellas vacías de plástico que se habían quedado atascadas en algún arbusto.

El palier del coche suena cada vez más. Tenemos miedo de producir alguna avería que nos inmovilice en este lugar. La decisión es clara, nos dirigimos a Kiffa por el camino más corto y seguro. En estas situaciones no hay que arriesgar lo más mínimo. Nos queda mucho viaje por delante.

Gracias a Ahmed Kenkou, un mecánico ya nos está esperando. Tenemos que desmontar todo el tren delantero izquierdo y sustituir el fuelle que ha desaparecido por otro nuevo que espero puedan encontrar. Si alguien piensa que el coche está en un taller, así es. Cualquier idea de lo que uno piensa que es un taller, seguro que no es. Un destartalado Land Rover Discovery sirve de almacén para guardar las herramientas, aunque muchas se las tiene que prestar Jesús de su caja. Después de varias horas, el fuelle está montado y el palier engrasado. Hemos pasado gran parte del día en Kiffa, pero ha merecido la pena. Ahora sólo hay que salir de la ciudad y buscar un lugar de acampada en menos de las dos horas de luz que nos quedan. Rumbo sur hacia la zona fronteriza con Mali.

El paisaje ha cambiado. Grandiosas extensiones de sabana se abren en el camino. Ascendemos una duna y montamos el campamento. La vista es espectacular y relajante. La temperatura ha descendido y por fin respiramos un poco de aire fresco. Desde lo alto de la montaña de arena nos sentimos afortunados de contemplar semejante espectáculo. La función va a empezar en un interminable relevo de día y noche. Ahora, es el momento de mirar hacia arriba. Mañana seremos los actores en medio de este gran teatro.

4 de julio 2022. Kenkou nos habló de un poblado situado cerca de Mali. Una zona que a él le encantó. Una combinación de palmerales y dunas. Él no sabía decirnos exactamente el lugar, ya que no aparece en los mapas, pero con la ayuda de los lugareños que nos íbamos encontrando, pudimos llegar hasta ese valle encantado.

Encontramos a Mustafa en las cercanías de las palmeras. Nos llevó hasta su jaima para invitarnos a tomar un té y poder igualmente llenar nuestro depósito con el agua de su pozo. Chapurrea francés, lo cual hace que sus informaciones sean preciosas para seguir nuestro rumbo.

Las pistas son inexistentes. Avanzamos hacia el oeste paralelos a Mali y ni siquiera en los programas de navegación que llevamos aparecen pistas, por lo que vamos sorteando obstáculos mientras seguimos el rumbo de 270 grados. El problema es que el palier sigue sonando y ahora tenemos que replantarnos nuevamente la ruta. Lo que está claro es que esta zona del sur del país era otro de los objetivos del viaje, pero siempre hay que saber hacer una retirada a tiempo. Sin embargo, cuando iniciamos el regreso, aparece un curioso personaje. Un pastor al que ni siquiera se le ven los ojos, me indica mediante gestos el camino a seguir.

Lo que él nunca sabrá es que cambió el resultado de nuestra andadura. Dar la vuelta hubiese significado perder una de las mejores etapas de lo que llevamos de viaje. Un paisaje de Sahel que contrasta con lo visto hasta el momento. Poblados de chozas con una gente absolutamente encantadora. Lástima no poder tener más tiempo para permanecer con ellos a disfrutar de su hospitalidad.

Estamos en época de lluvias y muchas de las pistas están impracticables. El agua ha convertido todo en maravillosas zonas verdes y húmedas. Sin embargo, la conducción en esta situación es muy complicada. Todo el terreno se ha transformado en un auténtico laberinto de huellas de conductores que han ido buscando el mejor paso para sortear las zonas de fango. Un error de cálculo en alguno de estos puntos nos puede atrapar en medio de un barrizal del que podíamos tardar horas en salir. Lo peor sería que ahora lloviese. Entonces, tendríamos asegurada nuestra estancia en la zona al menos una semana a la espera de que cesara la lluvia y secase un poco el terreno, lo justo para poder avanzar los 150 kilómetros que nos separan del asfalto.

Para la población la lluvia es motivo de júbilo y alegría. El agua lo es todo para ellos. Viven apartado del mundo moderno. Sus animales y la familia son su única vida. Cada día la rutina es la misma: sacar agua del pozo y transportarla hasta la aldea, conducir a los animales a las zonas de pasto, siempre cambiantes y en función de las lluvias, preparar la comida y ocuparse de los más pequeños.

Palmerales con distintos tipos de palmeras, dunas, zonas de roca con formas que parecen esculturas, una especie de serranía de Cuenca en gigante…Un paisaje que no cansa por su diversidad, al igual que el de su población. La proximidad con Mali y Senegal ha producido en la zona una fusión y mezcla étnica que enriquece aún más las experiencias visuales de nuestra ruta. Mauras, Peuls… todos intentando sobrellevar un modo de vida que visto como espectador es muy duro.

En otras expediciones he podido escuchar a otros viajeros referirse a esta población en un tono casi despectivo. Con el tiempo, uno aprende a acercarse más a esta sociedad y a su modo de vida, siempre en contacto y dependiente de la Naturaleza. He vuelto a sentir lo mismo que cuando recorríamos hace unos días las zonas desérticas. A ellos les ha tocado vivir en estos lugares y a nosotros, puede que más por suerte que por desgracia, en el modernismo occidental. Les envidio esa capacidad de esfuerzo y superación ante las adversidades. Les tengo mucho respeto y siempre pienso la de cosas que tengo que aprender de ellos.

Acampamos a unos 30 kilómetros de la carretera asfaltada. Sólo nos queda rogar, a quien sea, que no llueva esta noche. De lo contrario, terminaremos siendo, durante muchos días, residentes de la sabana. Pero… que sea el destino el que decida. Mientras tanto, disfrutaré de la visión fascinante de hombres y mujeres sacando el agua del pozo. Algunos cantan mientras la acción de brazos y cuerpos tirando de una cuerda se convierte en una maravillosa danza corporal.

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