Bus desierto. Irán

Desierto Irán 1

Después de recorrer el mercado de Minab con sus enigmáticas mujeres enmascaradas, no puedo perder la ocasión de explorar, aunque por tan solo dos días, la zona de montañas desérticas y costeras de esta zona al sureste de Irán. Las montañas de Bashakerd esconden grandes tesoros visuales, muy lejos de lo que hubiera podido esperar cuando inicié la ruta. Una geografía que se retuerce desde hace millones de años, dando como fruto un paisaje casi irreal. Una combinación cegadora y misteriosa, no sé si por culpa de la tormenta de arena que aún reafirma más el blanco de la tierra, o porque estoy especialmente sensible al mundo vertical que me rodea.

Desierto Irán 2

Está claro que la capacidad de crear arte es infinita, máxime si el artista se ha tomado un tiempo que remonta a los principios de la creación. De un  modo imperceptible, el viento ha ido esculpiendo y creando formas fantasmagóricas, pero de una gran belleza visual. Podía haber investigado de qué tipo de roca están compuestas estas montañas, incluso algo de la geología que me rodea. Sin embargo, y para ser sincero , en este momento me es indiferente. Sólo el hecho de dejarme llevar por la contemplación, es suficiente como para no interesarme por lo demás.

Palmeras desierto Irán

Y lo más curioso es que vengo de un país con un gran parecido visual a lo que llevo visto hasta ahora. Por eso no debería estar tan sorprendido ante la visión de lo que se presenta ante mis ojos. Cuando se me acelera el pulso en momentos como el que estoy viviendo ahora, pienso si soy yo el único que siente eso o realmente lo que para mí es belleza para el resto de los mortales es simplemente un polvoriento paisaje del que es mejor salir.

Desierto Irán 3Y el ejemplo de lo que pienso lo tengo delante de mis ojos. Son unos simples palos arrancados de las escasas acacias que han logrado sobrevivir al infernal rigor y castigo del clima en este punto del planeta, sujetando unos alambres de espinos. Y todo ello para proteger unos incipientes brotes de vegetación. Al fondo, el decorado lunar y salvaje amenaza con sus formas cortantes la poca vida que se atreve a desafiar la desertificación constante del suelo. Todo parece estar siguiendo un equilibrio conforme a unas leyes de composición artística que hay que sentir y apreciar. En ese ejercicio de la búsqueda de la «perfección» la vista intenta colocar el objetivo en el punto preciso para dar testimonio de lo sentido en este momento.

Camellos en desierto. Irán

Carretera desierto. Irán

Muy a mi pesar, no sólo no encontré en esta región pueblos antiguos al estilo de los que por suerte aún se conservan en Marruecos, sino que los que se están levantando son de burdos bloques de cemento que rompen con el equilibrio escénico del lugar. La delicadeza y formas de las construcciones de la época gloriosa de las caravanas se han fundido en el suelo.  Es como si los rigores del medio hubieran terminado con las ganas de creación del hombre desde un punto de vista práctico y artístico. Práctico porque el cemento carece de las características térmicas y aislantes del barro o la piedra. Y en cuanto a lo de artístico no hace falta explicación. Las líneas negras de las carreteras cortan el paisaje en un intento por conquistar una naturaleza hostil con el hombre y el resto de los seres vivos. A poca distancia de donde me encuentro, la NASA registró en el año 2005 lo que hasta ahora ha sido la temperatura más elevada de la que existe constancia: 70,7 ºC.

Lago de sal. Irán

Y en medio de tanta desolación la aparición de agua es casi milagrosa. Una combinación de minerales de varios colores destacando sobre superficies de un blanco cegador. Es la aparición de la sal creando una especie de paisaje nevado. En varios puntos, las aguas están teñidas de un rojo sangre de toro que contrasta con la sal que la rodea. Agua que parece indicar lo que realmente se esconde bajo la aparente sequedad del suelo que pisamos.

Lago rojo salado. Irán

Pero la vida se aferra a estos paisajes. Hombres y animales han adquirido una sorprendente capacidad de adaptación en la que el agua es el denominador común. En la búsqueda de alguna población que haya podido asentarse y sobrevivir en este medio, topé con un grupo de familias que han conseguido sacar de la tierra lo suficiente para instalarse y vivir de un modo que poco ha cambiado en los últimos siglos. A más de 1.700 metros de altitud, en las montañas próximas a la localidad de Genu, estas familias parecen ajenas al infierno que tienen a poca distancia ladera abajo. Realmente son hombres libres, o son prisioneros del mundo que les rodea?

Vida en el desierto. Irán

Familia del desierto. Irán

Y en esa búsqueda del agua, los que no han conseguido asentarse en la tierra lo hacen en el mar. Otro desierto en el que la supervivencia está ligada a sistemas de adaptación tradicionales. Los «lenjes» que es como se llaman las antiguas embarcaciones iraníes construidas de un modo artesanal, siguen utilizándose para viajar, pescar o para recolectar ostras perlíferas. La filosofía con la que fueron construidas estas embarcaciones está desapareciendo. Los astilleros en los que se armaban se están quedando en meros talleres de reparación de los más antiguos. El cemento se ha adueñado de la tierra y la fibra de vidrio del mar. Los barcos varados descansan mientras el agua se retira en un ciclo milenario en el que hombres y navíos de todas las dimensiones han cubierto estas aguas de hazañas y epopeyas. Prefiero quedarme con la imagen de la fotografía y olvidar la de los buques de guerra situados a muy poca distancia del punto en el que me encuentro. Sigo creyendo en los finales felices.

Barco en Golfo Pérsico. Irán

 

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