La jornada primera ha sido un mero enlace rápido para alcanzar el oeste del país. Los chinos están asfaltando a un ritmo frenético, por lo que en pocos años Etiopía tendrá una más que aceptable red de carreteras. Sin embargo, lo que es menos aceptable es la manera de conducir en este país. Tengo gran curiosidad por saber cómo se consiguen los permisos de conducir.
Uno de los objetivos de este viaje es poder hacer la prospección de la próxima expedición Cuna de la Humanidad que se celebrará el próximo mes de febrero. Al mismo tiempo, realizar un archivo fotográfico de las tribus que se han mantenido files a sus modos tradicionales de vida.
Una bruma invade la ciudad de Nekempte, a unos 375 Kms de Addis. Estamos en las llamadas Tierras Altas, una zona montañosa de la que no hemos bajado de los 2.000 mts desde la salida de Addis. El paisaje es grandioso: bosques casi vírgenes que me recuerdan las tupidas selvas tropicales, animales cruzándose por doquier, pueblos mimetizados en el verde del horizonte, valles con desniveles de más de mil metros…Es la tierra de los Oromo, pueblo de tez morena, cabellos rizados y rasgos finos.
En Bedele tenemos la suerte de coincidir con un día de mercado, hoy un tanto especial porque, además, se celebra el año nuevo etíope. Impresionante peregrinaje de miles de personas que, cargadas con bultos de lo más variopinto, recorren decenas de kilómetros para poder vender y conseguir un poco de dinero.
En Matu hacemos una parada para comer algo. Algo no es cualquier cosa, la posibilidad de comer se ciñe a “injera”, una especie de panqueque hecho de un tipo de cereal, y que a mí me recuerda más a una bayeta. La textura es de goma espuma y el sabor es un poco amargo. Aquí lo típico es comerlo utilizándolo a modo de cuchara para coger la carne con la mano. Como a mí eso no me gusta, siempre termino pidiendo espaguetis, arroz con verduras o una tortilla.
Poco después de Matu, la carretera inicia un vertiginoso descenso de 2.000 metros hasta el río Baro. En uno de sus puentes nos sorprende un rigurosísimo control policial para registrar el contenido de cada uno de los bolsillos y resquicios de nuestro equipaje y del todo terreno. Quieren evitar la entrada de armas a la zona de Gambela, tan violentada hasta hace pocos por ataques del SPLA de Sudan o de reyertas entre los Nuer y los Anuwak, los dos grupos étnicos principales de la región. Se quiere evitar también los esporádicos ataques de milicianos locales contra residentes de la ciudad procedentes de las Tierras Altas.
Llegamos al límite de la luz y muy cansados. El hotel “turístico” es casi una bendición a pesar de no cumplir con casi ninguna de las normas de confort que uno podría esperar. En cualquier caso, se entiende teniendo en cuenta que aquí no llega el turismo visto lo complicado del acceso.