Un auténtico viaje al pasado. Desde hace muchos años había soñado poder convivir y fotografiar a este pueblo. Sueño convertido en realidad.

Los todo terreno nos han acercado hasta una de las zonas más interesantes para poder disfrutar del modo de vida tradicional de este pueblo. Hemos tenido suerte ya que no ha llovido por la mañana, de lo contrario los vehículos no hubiesen podido trepar hasta la siguiente aldea. Varios guías Surma armados con kalashnikov nos introducen al jefe del poblado y, después de negociar nuestra entrada en su zona, empezamos la ascensión de la montaña. La temperatura ha subido hasta los 36 grados y el calor nos lleva al límite de nuestras fuerzas.

Después de dos horas de ascensión y descenso hacia la otra vertiente, llegamos a la charca en la que habitualmente se decoran los cuerpos con tierra de colores. Un arte sobre la piel. Las imágenes son casi irreales. Imponentes cuerpos desnudos con trazas y líneas nos sorprenden, sobre todo a las mujeres.

Los dibujos de sus cuerpos y las telas de colores componen fantásticas composiciones.

Mañana intentaremos alcanzar otra aldea para ver la Donga, una lucha tradicional realizada con largas varas de madera.

Juan Antonio Muñoz

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