Camellos abrevando. Marruecos

9 junio 2020

5:30 pm. Salimos desde Casa Juan hacia Tagounite. No hay un rumbo fijo, simplemente hay que dejarse llevar por el desierto y por lo que vayamos descubriendo a nuestro paso. Me acompaña Abdeljalil que, después de pasar tres meses confinado en la casa, está deseando saborear la libertad. Todavía no se ha levantado el confinamiento, pero ya tengo la autorización para poder iniciar esta ruta de prospección.

Llegando a Khaima. Marruecos

Hemos cargado el coche con varias bolsas de ropa que a lo largo de estos meses me han ido trayendo grupos de clientes sobre sus todo terreno. Estoy convencido de poder encontrar asentamientos de nómadas que, junto con sus rebaños, permanecen en las zonas del desierto próximas a puntos de agua.

Choza con niños. Marruecos

7:05 pm. En la lejanía se aprecian tres manchas blancas salpicadas en el bosque de acacias. Conforme nos vamos acercando, aparecen de entre lo que parecen jaimas, cabecitas de niños curiosos saliendo por los trapos que forman las paredes de una de las tiendas. Abdeljalil se acerca para saludar y romper la desconfianza que produce nuestra llegada. Daoud, que es como se llama el jefe del grupo, lo primero que hace es advertir a Abdeljajlil que no permitirá que se haga ninguna fotografía a su familia. Hace algunos meses, una extranjera casada con un marroquí de Tagounite, sacó algunas fotos de su mujer y luego las publicó en Facebook. La eterna excusa para temer a una cámara de fotos más que a un Kalashnikov.

Khaima con niños. Marruecos

7:30 pm. Daoud nos ha preparado un té. La tensión se ha relajado y Abdeljalil me va traduciendo historias de su conversación con el señor del desierto. Toda la familia se ha sentado junto a la puerta de un refugio que para ellos representa su único hogar. Una mezcla de trapos formando un colorido patchwork que durante años les ha protegido de las continuas tormentas de arena, de las heladas del invierno y del azote de los rayos del sol que todo lo abrasa durante estos meses.

Montando campamento. Marruecos

08:10 pm. Después de compartir la sandía que llevamos con toda la familia, nos despedimos para poder montar nuestro campamento a escasos 100 metros de sus tiendas.  Mientras, padre e hijos pequeños, se apresuran en mantener junto a su rebaño de cabras y dromedarios. Todos, en torno a un pozo que Daoud ha tenido que perforar para obtener un líquido más valioso que el oro. Lo que me sigue admirando es la capacidad de estos animales para encontrar alimento en un suelo de una aridez y desnudez sobre la que no se aprecia ni una sola brizna de hierba, por lo menos hasta que las próximas lluvias reaviven la vida del desierto.

Atardecer acacias. Marruecos

08:35 pm. El sol desaparece tras las montañas y se despide iluminando el escenario con las luces de África. Es difícil acostumbrarse a esta carga de energía visual capaz de hechizar al más insensible de los viajeros. En momentos así se entiende por qué Daoud prefiere vivir junto a sus hijos al margen de las aglomeraciones urbanas. Su última pregunta, antes de que nos fuéramos a montar el campamento, lo dice todo: ¿Sigue la gente confinada en sus casas?

Campamento nocturno. Marruecos

10:30 pm. Cuesta ir a dormir. Los juegos celestes mitigan el efecto del cansancio, creando un hechizo visual en el que la luna, casi llena, las nubes con sus juegos de formas infinitas y el titileo de las estrellas, parecen atarnos a nuestras butacas para esperar el siguiente acto.

Campamento nómada Laoudi. Marruecos

06:25 am. El sol nos acaricia con suavidad mientras nos da los buenos días. Sus rayos van activando a los seres vivos a los que inyecta una dosis de energía para poder soportar las duras horas que nos esperan bajo una temperatura que alcanzará los 40 grados. La mujer de Daoud prepara el desayuno y ordena y ordeña a los animales antes de que éstos inicien una nueva jornada en busca de algo que ramonear. Mientras tanto, los niños se apresuran a comenzar el día con una sesión de juegos en su particular parque de recreo: una acacia sobre la que se ha instalado un columpio con la ayuda de un neumático y una cuerda.

Jugando en la acacia. Marruecos

09:20 am. Nos despedimos de nuestros nuevos amigos no sin antes obsequiarles con una bolsa llena de ropa. Espero poder regresar en breve con Sara, mi hija de 7 años. Vivencias de este tipo son una de las mejores fuentes de aprendizaje y educación para los más pequeños, muchos de los cuales viven completamente alejados de la sencillez y del mundo de fantasía que nos ofrece la naturaleza que nos rodea.

Circulando 4x4. Marruecos

10:45 am. Las acacias van desapareciendo conforme avanzamos en nuestra ruta. El suelo muestra una esterilidad que llega a asustar. Parece casi imposible que en este lugar pueda haber vida. Pero, cuando ésta aparece en cualquiera de sus formas, humanos y animales se instalan para sobrevivir y descansar antes de continuar su ruta. Hemos encontrado otra familia asentada bajo el amparo y cobijo de una acacia aislada. Un paisaje cuyo infinito viene marcado por la línea del horizonte. Un dromedario atado en un arbusto; un perro escuálido igualmente atado bajo la acacia y con los platos de agua y de comida vacíos; cabras que parecen no saber hacia dónde ir; bidones que esperan que alguien los llene en el pozo más cercano y dos mujeres encendiendo un fuego con el que cocinar y preparar algo de pan. Después de saludar, preferimos continuar y no tomar el té que nos ofrecen. No queremos hacer uso de nada que pueda alterar su frágil economía.

Cabra y nómadas. Marruecos

12:35 am. La monotonía del paisaje se ve rota por un espectáculo de arena y color que me sorprende ya que nunca había observado este fenómeno en la zona. El lugar me recuerda las espectaculares visiones de dunas blancas y naranjas en el sur del desierto del Mauritania. Después de tres meses de inactividad humana y mecánica, el Sahara se ha transformado. Las huellas han desaparecido o se han mimetizado después del paso de las tormentas de arena.

Rodadas en suelo colores. Marruecos

Coche y dunas colores. Marruecos

02:20 pm. Justo en el momento que estoy exhibiendo en la web del Instituto Cervantes la exposición «Marruecos, una galería de arte en el desierto». El Sahara me recuerda que son muchas e infinitas las obras que aún me falta por mostrar. El desierto parece obsequiar mi empeño por adentrarme en su territorio. Lo que aparece ante mis ojos es una sorprendente y misteriosa belleza abstracta. Un juego de formas producidas por la imparable acción del viento. Un juego de colores en el que los minerales parecen haber llegado a pactos secretos para enaltecer la aparente falta de vida sobre esta tierra.

Colores arena. Marruecos

03:40 pm. Y, si hace un momento me veía circulando sobre el desierto de Mauritania, ahora me veo caminando por el desierto de Namibia. Las visiones del Dead Vlei con árboles secos en un lago de arcilla blanca, que hace un año pude admirar en el Namib desert, ahora parecen presentarse de nuevo ante mis ojos. Pero… no es Namibia, es el desierto de Marruecos. Sólo hay que saber mirar, observar, dejarse llevar por la fantasía y tener la confianza de que siempre existe algo sorprendente que aparecerá ante tus ojos.

Árboles secos en dunas. Marruecos

04:40 pm. De nuevo las interminables e infinitas llanuras. La línea del horizonte se ve rota por lo que parece ser una acacia. Conforme nos aproximamos, el punto va adquiriendo forma. Una jaima o tienda nómada atada al tronco de la acacia como si quisiera evitar que la próxima tempestad de arena se la llevase en un viaje sin fin. La tienda está vacía. Sólo unas alpargatas, dos bidones agujereados, una fuente de barro rajada y un horno para hacer el pan, indican que en algún momento allí se refugiaron almas perdidas.

Cabaña abandonada. Marruecos

05:35 pm. Después de atravesar varias zonas de dunas pequeñas, las huellas de dromedario nos guían hasta el meeting point de las caravanas. Los pozos, pequeños agujeros capaces de mantener la vida de miles de animales y personas, son el punto de encuentro obligado para todos aquellos que han decidido hacer del desierto su medio de vida. Los dromedarios pueden sobrevivir sin beber agua durante casi 10 días a una temperatura de 45 grados y recorrer en ese tiempo hasta 150 kilómetros. Son capaces de avanzar a una media diaria de 40 kilómetros, incluso cargados. Sin embargo, cuando tienen el agua a su alcance y están sedientos, pueden llegar a beber hasta 100 litros. Es muy importante que el camellero controle en esos casos la ingesta de líquido, ya que puede llegar a ser mortal para el animal.

Pozo desierto. Marruecos

07:20 pm. Hemos dejado las zonas arenosas y ahora el paisaje cambia bruscamente. Las llanuras infinitas dan paso a estructuras pétreas de colinas monolíticas, mesetas y picos, que traen a la memoria las películas de Jhon Wayne. Una especie de Monument Valley sin tener que viajar hasta los Estados Unidos.

Arizona marroquí. Marruecos

08:05 pm. En menos de 10 kilómetros hemos vuelto a cambiar de terreno. Nuevamente las dunas nos brindan los últimos momentos de grandeza visual de la jornada. Son las dunas que descubrí hace 10 años y por lo que terminé abriendo Casa Juan como alojamiento rural. Fue precisamente a esta misma hora, momento en el que el sol pinta e ilumina la arena y el palmeral, cuando me quedé enganchado a este lugar.

Coche y dunas Casa Juan. Marruecos

08:15 pm. Nos encontramos a tan solo 200 metros de la casa. El desierto parece mantener las huellas de la historia al tiempo que tapa las imágenes contaminantes aprovechando la falta de tránsito por sus arenas. Los restos de antigua cerámica atestiguan una civilización, no muy lejana, en la que los caravaneros de hace pocos siglos, encontraban en esta llanura del sur del valle del Draa, un lugar perfecto para descansar después de una ruta de casi dos meses. Procedentes del África subsahariana, las caravanas llegaban cargadas de mercancías entre las que se encontraban miles de esclavos, muchos de los cuales se terminaron quedando en este lugar.  Gran parte de mis vecinos son los herederos de aquellos viajeros forzosos.

Cerámica del desierto. Marruecos

08:20 pm. Ya estamos en Casa Juan. Han sido 24 horas de ruta descubriendo personajes y lugares en un escenario que durante tres meses ha sido lo que su nombre indica, un desierto. Me alegro de haber podido experimentar esa sensación de descubrimiento y de ensoñación que todo viaje de exploración trae consigo.

Coche y Casa Juan. Marruecos

08:25 pm. Como última imagen de nuestro periplo, la duna de Casa Juan se viste de sus mejores galas y de su mejor peinado a rayas. ¿Qué mejor recuerdo de nuestros casi 200 kilómetros de ruta? Espero que con este post, todos aquellos que me preguntan qué es lo que se puede hacer desde este alojamiento, se hayan dado cuenta de lo cerca que tenemos las sensaciones evocadoras que un viaje por el Sahara lleva consigo. Aquí os esperamos. Todavía nos quedan los antiguos pueblos perdidos y desconocidos del sur del Draa, pero eso será para una próxima historia.

NOTA: Todas las fotografías han sido tomadas a lo largo de este viaje de 24 horas. No hay ninguna imagen que sea del archivo que tengo de la zona.

Duna Casa Juan. Marruecos

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