Cantantes en Taourirt. Marruecos

Las joyas y la vestimenta no son los únicos reflejos de una civilización en la que el arte está íntimamente ligado a la tradición y la vida cotidiana. El bereber es también poeta y músico. Se expresa a través de la poesía oral, el canto y la danza. La vitalidad musical de los bereberes se caracteriza por una danza acompañada de cantos.

Bailarín junto a muro. Marruecos

Dos son las formas más extendidas en el Atlas y en el sur de Marruecos: Ahwach y Haidous. Las dos conforman el medio de expresión cultural más llamativo. En la zona de los Cheleuh de Ouarzazate, se danza el Ahwach. Las mujeres, vestidas de vivos colores, danzan de pie alrededor de los hombres que, sentados en el centro de un círculo o semicírculo, tocan los tambores a un ritmo regular mientras cantan melodías. Los tambores están elaborados con piel de cabra extendida y tensada sobre un círculo de madera de unos 50 centímetros de diámetro.

Danza Ahwach. Marruecos

Mujeres Ahwach. Marruecos

Esta danza, característica de la vida diaria de este pueblo, se adapta a los espacios que utilizan en su tarea cotidiana, desde los campos de cultivo a los terrenos despejados de las aldeas. Por la tarde se reagrupa a todo el pueblo bajo los destellos de las hogueras o en el patio interior de las kasbas.

Calentando tambores 2. Marruecos

Acorde al poder adquisitivo de los asistentes, cada cual se presenta con las mejores galas posibles. No importa si el atavío consiste en elaboradas y coloridas prendas o en simples telas blancas cubriendo el cuerpo. Lo importante es estar en un acto social al que normalmente acuden todos los miembros de la comunidad. Nadie se quiere perder ese momento mágico mezcla de ficción y realidad.

El Haidous de los bereberes se celebra normalmente en medio del campo, en el exterior de los pueblos de las altas montañas del Atlas y siempre con motivo de cualquier celebración o fiesta. Toda la colectividad colabora de estos momentos de unión y participación social. Esta multitud de bailarines en la que decenas de mantones a rayas de las mujeres se mezclan con las chilabas blancas de los hombres, ondula y se mueve conforme a la cadencia del ritmo de los tambores.

Ahwach Kissane. Marruecos

Tanto en el Ahwach como en el Haidous, el principio de los cantos es el mismo: uno lanza un tema que se continúa por el resto del grupo. Le sigue el coro en el que cada cantante pasa el relevo al que tiene al lado. Mientras, los golpes de manos y palmas van creando una atmósfera musical que atrapa a todos los que se concentran en torno al grupo de músicos, bailarines y cantantes.

Palmas Ahwach. Marruecos

Casi todos los cantos son improvisados y hablan de la belleza, del amor, de la naturaleza e incluso satirizan con acontecimientos ocurridos en la tribu. Hasta los sonidos que habitualmente escuchan en la vida cotidiana, como el agua del río, las piedras del molino, los cascos de las mulas sobre el suelo…, son trasladados en gestos y música a su coreografía.

Grupo nocturno. Marruecos

También existen músicos ambulantes que se van desplazando de aldea en aldea narrando historias y fábulas al son de sus tambores o flautas. Gracias a ellos se propaga parte de la herencia cultural de los pueblos del Atlas y del desierto. Incluso las noticias ocurridas en otros puntos, se transmiten con las palabras de las narraciones de estos mensajeros musicales de las tradiciones. Tradiciones que se comunican de una forma épica, inteligente e ingeniosa y que llega a lo más profundo de los espectadores que las escuchan.

Bajo las jaimas o en los espacios abiertos de las kasbas, hombres y mujeres beben el té y cocinan para saciar la sed y el hambre que aparecerá a lo largo del atardecer y durante gran parte de la noche. Mientras tanto, se cuentan historias que van inspirando a músicos y bailarines para las representaciones que llevarán a cabo y que conseguirán llevar a los asistentes a una especie de trance, una forma de salir de la cotidianeidad de su día a día.

Jaima en Taourirt. Marruecos

Músicos en la tienda. Marruecos

Junto al fuego, los músicos encuentran un momento de evasión y tranquilidad que contrasta con el frenesí del grupo. El cuero de los tambores requiere del calor de las hogueras para tensar la piel y dejarla en las mejores condiciones de sonoridad. Piel y fuego, elementos íntimamente unidos a los orígenes de la humanidad, resisten el acoso de una nueva generación electrónica. ¿Hasta cuándo las montañas y las kasbas seguirán vibrando al ritmo de los tambores?

Calentando el tambor. Marruecos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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