Dunas y árbol. Namibia

Árbol solitario. Namibia

Surgen de la madre tierra, siendo desde tiempos inmemoriales los garantes y mensajeros de un mensaje muy importante: la vida debe continuar.

Escultura arbórea. Namibia

Han sido quemados, talados y destruidos. Sin embargo, vuelven a surgir de sus cenizas mostrándonos formas irreales y abstractas mientras ven pasar la vida que nos rodea. Silenciosos testigos de nuestra historia.

Gacela en Etosha. Namibia

Incluso en los lugares más inhóspitos, el árbol se aferra a la vida demostrando a sus visitantes que se puede sobrevivir en las peores situaciones. Sus raíces abrazan la tierra mientras, de un modo imperceptible, se va abriendo hacia el mundo creando formas inimaginables que recrean nuestra imaginación. Son los auténticos intermediarios entre la tierra y el cielo.

Etosha plain. Namibia

En espacios vacíos e infinitos, el árbol se nos presenta como el dueño y señor de la soledad. Ha sido sometido a los caprichos y fuerzas de la Naturaleza. Desde sus copas no hay nada que imponga sus horizontes.

Árbol entre dunas. Namibia

Bajo la inmensidad del cielo del desierto, las acacias parecen convertirse en los guardianes de un paisaje de una simplicidad extraña. Paisajes en los que la erosión se ha llevado todo signo de vida aparente a excepción de nuestras figuras de madera.

Árbol en duna 45. Namibia

Está considerado el desierto más viejo del mundo. El Namib existía en la era Terciaria hace 65 millones de años cuando aún vivían los dinosaurios. Su belleza fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2013.

Ded Vlei. Namibia

Muerte y belleza se dan la mano en la cuenca seca de un lago extinto. Esta grandiosa y dramática asociación ve magnificada su puesta en escena por las elevadas dunas de arena anaranjada, de las más altas del mundo, que rodean las estatuas del suelo.

Death Vlai 1. Namibia

Un paisaje dramático y de una belleza casi irreal. Una atmósfera turbadora que se ve incrementada por el hecho de llegar a este fantasmagórico cementerio sin ninguna otra presencia que la de las estatuas petrificadas y yo como único ser viviente.

Death Vlai 2. Namibia

Las esculturas de la erosión atrapan mi atención a cada metro. Composiciones infinitas cargadas de humanidad y ternura. Un misterioso matrimonio de elementos unidos por ciencia y arte que alcanzan su máxima expresión ante las esculturas del Dead Vlei.

Esqueletos petrificados. Namibia

Los arcaicos esqueletos son siervos de un espacio que se ha convertido en una de las más bellas galerías de arte que he podido contemplar en mi vida. Imágenes en las que cuesta separar lo real de lo irreal.

Tronco petrificado. Namibia

Hace 270 millones de años, bosques de una especie ancestral de coníferas existente al norte de Angola, cuando todo estaba cubierto por un manto de hielo, se vieron sorprendidos por una erupción volcánica de grandes proporciones. La magnitud de la riada producida al derretirse el hielo, arrastró los troncos de los árboles a más de mil kilómetros al sur. Enterrados bajo la presión de una espesa capa de lodo y faltos de oxígeno, los troncos se petrificaron. Oxido de silicio, de manganeso y de hierro, penetraron en el interior de la madera hasta dejarlos en el estado que hoy se encuentran.

Con el paso de los siglos, la erosión ha sacado a la superficie parte de este bosque. Algunos troncos llegan a los 35 metros de longitud. En el año 2007 el lugar fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Coche en bosque. Namibia

Nuestra expedición sigue su marcha a través de algunos de los escenarios menos conocidos de Namibia. Las siluetas fantasmagóricas nos van revelando las dificultades que han tenido las especies para adaptarse a un medio que en nada se parece al vivido hace miles de años, cuando el agua y los grandes bosques ofrecían una vida más afable a todas las criaturas que aquí vivían.

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