Expedición Fuentes del Níger

Misión cumplida

Nos vamos acercando al límite con Sierra Leona. La pista se va estrechando y el estado del terreno empeora conforme avanzamos. En cada población un nuevo control y comprobación de los permisos para acceder a esta zona.

Por fin alcanzamos el final de la pista sobre la que se puede llegar circulando en coche. Nos encontramos a poca distancia del nacimiento del río Níger. En esta aldea, reunión con los jefes de poblado y de las autoridades gubernamentales. Un nuevo acto protocolario para presentarnos, informar de nuestras intenciones y solicitar el permiso y el apoyo local para ser guiados hasta las mismas fuentes del gran río africano.

En un momento dado de la reunión, bajo la techumbre de una especie de “casa de la palabra”, el que debe ser el imam del pueblo se pone a recitar salmos del Corán para desearnos suerte en nuestro camino. Somos la atención de la población. Para ellos, una atracción que les saca de su rutina diaria. 

Pero no todo son deseos espirituales. Los materiales hacen su aparición al tiempo que el imam deja de canturrear. El jefe del pueblo y el delegado de la conservación de bosques, piden dinero para “ayudar al poblado”. Y no sólo eso, para avanzar hasta nuestro destino, o seguimos caminando, lo que supondría mediodía para acceder hasta nuestro objetivo subiendo y bajando montañas, o alquilamos unas motos con conductor para llegar y volver en el día. Como no todos los componentes de la expedición quieren jugar a la ruleta rusa en moto, muchos optan por quedarse, no seguir y esperar a nuestro regreso.

Los que decidimos continuar, a sabiendas de que nos jugamos el tipo, tenemos que volver a discutir el precio a pagar a nuestros pilotos. Después de casi media hora de negociaciones, subimos a nuestras monturas, «tocamos madera» y nos encomendamos a lo que cada uno de nosotros considera oportuno. Eso sí, primero hay que pasar por la gasolinera.

Con la melena al viento, no en mi caso, y cada cual apretando y pegado a su respectivo piloto con la máxima fuerza posible, nos enfrascamos en una especie de carrera de enduro, con paquete incluido, a través de las escarpadas colinas. Se dice que la fe mueve montañas, en mi caso me conformo con que no nos vayamos al suelo, habida cuenta que en los descensos prolongados cortan el contacto dejando que la moto avance en puerto muerto. Supongo que será para ahorrar combustible, un bien escaso en esta zona.

Llegamos a otra aldea y nuevamente reunión con los ancianos del pueblo para que nos sigan permitiendo avanzar hasta las Fuentes del Níger. En mi expedición en bicicleta de montaña, también tuvimos que pasar por este lugar y efectuar el mismo protocolo. En aquella ocasión, fueron los militares que nos escoltaban los que se encargaron de explicar nuestra misión para obtener el beneplácito de los jefes locales. Entonces, la situación política en Sierra Leona estaba muy deteriorada, por lo que existían incursiones de guerrilleros armados para robar comida en las pequeñas aldeas fronterizas de Guinea.

En un abrir y cerrar de ojos, todos los que nos rodean mientras escuchamos la charla de los ancianos del lugar, salen corriendo en estampida, incluido los abuelos. La reunión se acaba sin más. Nos miramos sin entender qué está pasando hasta que uno de los pilotos de las motos nos comenta que acaba de morir una persona. Es el momento de volver a cabalgar sobre nuestras monturas y poner los pies en polvorosa.

Nos detenemos en una zona del bosque. Nuestros pilotos nos indican que hay que continuar caminando. Frente a nosotros, unos montículos de piedras cubiertas de musgo marcan el límite con Sierra Leona. Al cabo de un rato, y después de un descenso a pie por la ladera de la montaña, llegamos a un punto en el que troncos de bambús gigantes se izan como los reyes del bosque. 

Estamos en el mismo nacimiento del río Níger, sin embargo… ¿dónde está el agua? La respuesta es que las aguas que confluyen en este punto se filtran en la tierra para ir apareciendo metros abajo, en el interior de la selva. Mi respuesta no se hace esperar. Si es así, continuemos, machete en mano, hasta que nos hundamos en las primeras charcas de agua que formarán el tercer río más largo del continente africano. Nuestros guías acceden a introducirse en la maraña de vegetación con la condición de que los dos niños, Sara y Guillermo, se queden junto a los troncos de bambú. Estamos en un lugar sagrado y para que los niños puedan continuar con nosotros tendrían que sacrificar a un animal. Abriéndonos paso a machetazos a través de la selva, por fin nuestros pies se hunden en una especie de limo negro en medio de la oscuridad del bosque tropical. Hemos alcanzado nuestro objetivo. Lo hemos conseguido. Nuevamente, nuestros guías guineanos se ponen a recitar versículos del Corán como agradecimiento por poder estar en este punto.

Yo me di cuenta al llegar al mismo nacimiento, que la vez que estuve con las bicicletas no correspondía al punto que acabamos de alcanzar. Estaba a unos 800 metros del lugar en el surgía el agua del suelo, en lo que seguramente es la primera charca del gran río africano.

Hemos regresado hasta nuestros vehículos al filo de la noche. Acampamos con la sensación de haber conseguido una especie de sueño o reto personal que hasta el último momento se ha mantenido en una constante incertidumbre. Algo parecido a lo que ocurre con los escaladores. Si las condiciones meteorológicas son favorables, podrás alcanzar la cumbre. Si la madre naturaleza considera que no es el momento, no habrá más remedio que abandonar la ascensión y regresar al campamento base.

Amanecemos bajo una espesa niebla que poco a poco va transformándose en lluvia. Las pistas comienzan a convertirse en barrizales por los que cuesta avanzar. Los coches se vuelven objetos danzarines difíciles de controlar. Ahora nos damos cuenta de que por unas pocas horas hemos podido llegar hasta las Fuentes del Níger. Si este agua nos hubiese caído ayer, seguramente no hubiéramos podido llegar en moto, por lo que la única opción hubiera sido la de caminar durante horas y dormir en medio de la selva. Agradecemos a los duendes del bosque la complacencia con nuestra visita.

Nos alojamos en el hotel Níger de Faranah, aquí nos están esperando dos trabajadores de la congregación jesuita en Guinea. Rocío ha conseguido que una empresa española done 20 ordenadores portátiles para que los jóvenes de una zona cercana a los límites de Costa de Marfil puedan utilizarlos y mejorar así su educación. Es asombroso que después de tantas fronteras y kilómetros, hayan podido llegar a buen puerto.

Tampoco puedo olvidar la cara de satisfacción del pequeño al que días atrás curamos de su tremenda quemadura. Hace unas horas nos detuvimos en su aldea para ver la evolución de la herida. Se le quitaron las vendas, se le entregó el resto de pomada antibiótica, y se informó a la madre de las pautas a seguir para la cura definitiva. Para nosotros, ese momento nos llenó de tanta satisfacción como el hecho de haber conseguido llegar al nacimiento del Níger.

Optamos por salir del país a través de la misma frontera por la que habíamos entrado, de ese modo podremos asistir a Dominique, ya que después de tanto tiempo, siguen en Kedougou con su Mercedes Hymmer sin que los mecánicos senegaleses hayan podido solucionar el problema de su caja de cambios. Eso va a suponer tener que enfrentarnos a las montañas de la Fouta Djalón, incluso circulando por otra pista que a priori es mejor que la recorrida hace unos días.

La lluvia no cesa, el camino es casi impracticable, cada kilómetro avanzado es ya un logro. Las piedras se confabulan con el barro y los enormes agujeros para intentar que no salgamos del país. Un recordatorio de lo insignificantes que somos en lugares en los que la madre naturaleza muestra todo su poderío. Aun así, estamos encantados de vivir esta experiencia.

Nuevamente anochece bajo un diluvio. Urge encontrar un terreno plano y sin árboles para acampar. Nos detenemos en una diminuta aldea esperando que se apiaden de nosotros permitiendo que podamos pasar la noche en un pequeño prado junto a las chozas.

Sin embargo, no sólo nos han dado su autorización, sino que, además, nos han abierto la puerta de la mezquita para que podamos cobijarnos e incluso dormir en su interior. ¿Qué más se puede pedir de una gente capaz de ofrecer lo poco que tienen? Un ejemplo más de la existencia de valores que se están perdiendo en la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Como agradecimiento, ofrecemos al imam una donación económica para que puedan reparar los muros de la mezquita.

Hace unas horas que hemos pasado la frontera de salida hacia Senegal. Nos encontramos en Kedougou junto a al Mercedes. Sin más dilación, Jaboud abrió la caja, encontró el eje roto, buscó un tornero subido a una motillo local, y en 5 horas puso el vehículo en marcha. Nuestra especie de “doctor mecánico” se ganó el respeto de todos los mecánicos locales y una vez más nuestra admiración por el increíble trabajo, sabiduría y buena disposición a lo largo de miles de kilómetros sorteando multitud de dificultades.

Ya estamos todos rumbo a nuestros hogares. Lo que para algunos éramos un grupo de excursionistas, ha resultado ser un equipo muy cohesionado que en todo momento ha sabido adaptarse a lo que un viaje de estas características implica de dureza y dificultades. Aunque eso sí, luego viene la recompensa a las experiencias vividas. Cada uno de nosotros, niño o menos niño, ha actuado como engranaje de una maquinaria que en todo momento ha rodado hasta conseguir que nuestro sueño se haya hecho realidad. Nuevamente gracias a todos los participantes y a todos aquellos que habéis seguido las crónicas de nuestro periplo africano a través de los pequeños vídeos que hemos podido subir casi a diario para compartir nuestras vivencias con todos vosotros. Hasta la próxima.

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